Caminaste por el mundo de un modo silencioso, tan silencioso que paradójicamente tu sencillez llamó la atención de un mundo acostumbrado al bullicio.
Amaste el silencio, el silencio que comunica el amor de Dios, amor eterno que consume a todos los que como tu se dejan arrastrar por Él, volaste en tu interior hasta tocar ese fuego ardiente que es Su amor, no vacilaste en dejarlo todo, madre enferma, hermanos con necesidad, padre con problemas, porque todo en tu vida fue Cristo, y por eso te convertiste en un gran Santo, logrando hacer de lo “ordinario del día a día, algo extraordinario, sencillez divina que alaba al Creador”.
¿Sabes?, yo aún solo soy una posible vocación, aún tengo largo camino por recorrer, tengo tanta necesidad de conocer a Dios, de aprender de Su amor, de ser capaz de tomar su mano y andar con Él por el mundo, sembrando sonrisas y esperanza… y sin embargo no entendía lo más fundamental de Su amor, la sencillez, pasé muchas noches pensando en cómo podría un sujeto como yo emular a Ignacio, Gonzaga, o Estanislao, haciendo que ese amor se manifieste externamente, hasta que escuché de ti, ¿Berchmans?, no había oído jamás que te nombraran… y es que hasta en los altares brillas con silenciosa sencillez…
Escuché que naciste en Bélgica, escuche que luchaste mediante la oración y la perseverancia, contra la oposición de tu familia y el mundo entero…. Justo cuando yo también me acobardo ante la hora de abrir mi decisión al mundo, cuando el temor de la oposición de los que nos son más queridos pretende debilitar el llamado que Dios ha sembrado en nuestros corazones.
Escuché que en la formación larga, pero sembrada de hermosos momentos, que vive un jesuita, transitaste por los pasillos romanos, callado, pero sin la pesadumbres que caracteriza a otros, tu silencio era alegre, tu humildad era sincera y tu sinceridad, humilde, por eso todos te amaron, no eres Santo por lo que los de afuera dijeran, eres santo por el testimonio de quienes te acompañaron, por los que cuando tus 22 tiernos años de sembrar paz fueron llevados al Creador, lloraron tu partida, mientras tú los consolabas, pidiendo que se alegren, que no lloren tu partida, porque Aquel que te esperaba te haría reír por la eternidad.
Hoy yo quería escribirte, quería darte un poco de mi pensamiento, pedirte que le digas a nuestro Padre, que quiero darle mi vida entera, dile que me ayude a seguir, que escuche a mis hermanos, hermanos en Cristo, que como yo luchan por ser manos perfectas que sostendrán el cuerpo de el Hijo de Dios, que le pidas por nuestra familia, por esa familia de carne que hemos dejado, confiando en su promesa, promesa más grande que cuanto dinero y éxito nos ofrezca el mundo.
Juan, por esos 22 años que viviste en gracia, en esa inocencia bendita que trastocaba lo humano y lo acercaba un poco a lo divino, esa ternura que prestaba sus ojos, manos, labios y corazón a Cristo, para que nuestro Señor tocara el mundo a través de ti, ruega al Señor, que brinde en la Compañía jóvenes como tú, que sea pródigo con estos hombres con espíritu de niños, que luchan por hacer del mundo un lugar mejor, que viven quemando sus vidas por amor a Cristo.
Y finalmente Juan, como último favor, dale al Padre un beso de mi parte, no mejor dicho de nuestra parte, de todos los jóvenes, que agradecidos queremos quemar nuestras vidas por Él, por Su bendito amor.
realmente preciosa la carta, que el Señor bendiga a quien la escribió y a los 900 novicios de la Sj repartidos por el mundo.
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