11 de diciembre de 2009

Que mi voz te sea Familiar

Los días siguen pasando y cada vez falta menos para la Navidad, para el Nacimiento del Niño Jesús. Durante estos días he pensando mucho en qué regalo quiero darle al Niño Jesús cuando nazca, que es lo mejor que puedo darle. Se me han ocurrido muchas cosas, he pensado en virtudes que me cuestan vivir y que puedo ofrecerle y también he pensado en cosas más concretas, sin embargo hace unos días se me vino una luz del Espíritu Santo que deseo compartir.

Estaba pensando en esto, en el regalo que le ofrecería, y me puse a pensar si yo fuera un niño, un bebé recién nacido ¿qué me gustaría? Y en eso pensé: “reconocer una voz”. ¡Qué alegría se experimenta cuando uno escucha “una voz familiar”! Una voz con la que has compartido muchos momentos, muchos diálogos.
Hace poco leía el caso de un bebé que nació prematuramente y al cuál le daban pocas esperanzas de vida. Al estar internado en la zona de cuidados intensivos no dejaban pasar a los niños, por lo cuál su hermanito (de 4 años) no podía verlo. El bebé se ponía cada vez peor, hasta que lo dieron por perdido. Los papás pidieron si al menos una vez, antes de que muriera, su hermanito podría verlo. Los doctores accedieron. El niño se acercó a la cuna en donde estaba su débil y, prácticamente, tieso hermano, aquel con el que ya se había soñado tantas veces jugando y al que le había cantado tantas veces en la pansa de su mamá… le dio tristeza, sabía que no lo volvería a ver, así que decidió cantarle la canción que tantas veces le había cantado.

Después de un par de minutos, llegó un doctor y pidió a los papás que ya se llevaran al niño, pero a penas habían salido el doctor los llamó un poco alterado y pidió al niño que siguiera cantando, pues el bebé había dado nuevamente señales vitales. Todos estaban desconcertados, empezando por el doctor mismo, pero los papás le pidieron a su hijo que siguiera cantando y él, gustoso, lo hizo… ¿qué pasó? El bebé salió adelante. La fuerza del amor le devolvió la vida. El bebé reconoció la voz de su hermano, obviamente no sabía lo que es un hermano, pero sabía (más bien sentía, pues el amor no se sabe, se siente) que aquella voz lo amaba. Aquella voz le era “familiar” (en todos los sentidos de la palabra).

Por ello, éste es mi propósito, éste quiero que sea mi regalo al Niño Jesús esta Navidad: «Que mi voz le sea “familiar”». Que sea tanto el tiempo que le hablo, que  reconozca mi voz cuando nazca. Y claro, si uno quiere hablar con un niño por nacer, tiene que hacerlo estando enfrente de su mamá… por tanto, también deseo incrementar mis momentos de diálogo y oración con la Santísima Virgen.

Ciertamente cada uno debe presentarle su propio regalo, pero he querido compartir esta idea contigo, por si te ayuda. También te mando un artículo que me gusto y que habla justamente sobre el sentido del adviento, como un momento para volver a mirar a Dios...
José Alberto Lesso, L.C.

1 comentario:

  1. BRAVO. eL MENSAJE ES MUY CLARO. NUESTRO CORAZON DESDE YA DEBE REFRESCARSE, AIREARSE Y ESTAR PRESTO A ESE CANTO TAN INTIMO CON JESUS Y SU MADRE. MCLD

    ResponderEliminar