
que no tuviste “donde reclinar tu cabeza”
y que tuviste por lecho de muerte una cruz,
me siento traidor al ver que tengo cada día más,
que me siento víctima de una sociedad de consumo y que necesito cada día más cosas.
Y sin embargo, “sólo una cosa es necesaria”.
Me parece que comienzo a intuir lo que es ser “pobre como Tú”, sé que la condición de seguirte es dejarlo todo.
“El que no deje todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”.
Siento que me dices que me despoje de todo y que confíe en Ti.
Me pides que me lance a tu Providencia con los ojos cerrados
y que todo lo demás se me dará por añadidura,
incluso la verdadera eficacia de nuestro apostolado.
Que Tú eres la gran seguridad,
el gran “seguro” del “inseguro”.
Ese salto en el vacío oscuro de la fe es muy difícil
y supone confianza ciega...
(Coloquio sobre la pobreza - noviembre, 1972)
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